A lo largo de mi proyecto anual, están previstas tres semanas (al principio, a mediados y al final) donde se encuentran voluntarias y voluntarios que como yo están haciendo su proyecto SVE en España.
La primera fue en octubre, en Oviedo, capital de Asturias. Veinte voluntarios, de diferentes países europeos y procedentes de diferentes tipos de proyectos diseminados en toda España.
La programación era muy intensa, con actividades de todo tipo desde la mañana a la noche. Espacios para presentar nuestro proyecto, región autónoma y conocer los de lo demás, actividades y juegos para cohesionar el grupo, tuvimos mucho tiempo para reflexionar sobre nuestra actitud y motivación, talleres y charlas sobre aprendizaje, educación no formal y todo lo que está conectado con los programas Erasmus+ y el certificado Youthpass.

Además, tuvimos la oportunidad de conocer mejor España con un juego, una visita a Oviedo, una cena y música local. Un curso de idioma dividido en dos niveles nos permitió mejorar nuestro nivel y aprender unos curiosos refranes.
Había tiempo dedicado a conversaciones individuales para clarificar dudas o intentar solucionar problemas que surgieron en nuestras primeras semanas. En el tiempo libre, lo pasamos bien con voluntarios y tutores también.
El Centro Eurolatinoamericano de Juventud CEULAJ en Mollina, un pueblo de Málaga, fue el lugar de nuestra semana de evaluación intermedia.
Las actividades y forma de trabajar fueron muy parecidas a las del primer encuentro, las diferencias estaban en el número de participantes (casi 70) y, por supuesto, en el hecho que cada uno de nosotros ya llevaba meses en su propio proyecto.

Las cosas más importantes de estas semanas, en mi opinión, son que nos han dado la posibilidad de conocer y enfrentarse con otros voluntarios, compartir ideas y crear conexiones para verse en futuro.
Además, tuvimos suerte porque estuvimos una vez en el norte y otra en el sur, gracias a lo cual, pudimos ver de cerca la riqueza de la diversidad que hay entre diferentes regiones españolas. Es también un tiempo en el que pudimos desconectar de nuestra rutina diaria y reflexionar en lo que estamos haciendo desde fuera.

Al final de la evaluación intermedia, tomé una mayor conciencia de lo bueno que está pasando en este año de mi vida, volví a Ciudad Real super motivado, con muchas ganas de seguir con nuestras actividades y unas nuevas ideas.
En fin, compartir y trabajar con gente de toda Europa (y no solo) y ver todo lo bueno que hemos hecho y estamos haciendo, ¡ha reforzado mucho mi sentimiento europeísta y puesto en mí una carga de optimismo para el futuro de la UE!